viernes, 24 de diciembre de 2010

Harto de usar llaves, se implanta un chip en la mano

Harto de usar llaves para todo, Joe Wooller, de 28 años, decidió implantarse un chip de identfiicación de radio frecuencia (RFID, por sus siglas en inglés). El chip que lleva dentro de su mano no necesita batería, puede durar muchos años y se comunica con receptores adheridos a puertas, por ejemplo, a través de un campo magnético.

"La meta era simplemente deshacerme de las llaves y miminizar el ruido que hacen los bolsillos", dijo Joe, que vive en Perth, Australia.

Joe Wooller actualmente abre las dos puertas de su casa, su coche y su moto con el campo magnético que emana su chip al mover su mano. El problema es que su moto aún necesita una llave para abrir la entrada de la gasolina. Aunque según él, el sólo hecho de poder subirse en la moto sin tener que encenderla para ir a algún lugar vale la pena. Otra de las ventajas, según Joe, es que puede ir a caminar con su perro o hacer ejercicio sin tener que acarrear llaves, o que jamás se queda fuera de su casa por perder las llaves. Otras personas han criticado el método, señalando que la señal del chip puede ser hackeada sin que la persona del chip se entere; Joe, sin embargo, considera que esta es una posibilidad muy remota.



El proceso del implante del chip es bastante sencillo, aunque requiere de anestesia local. Joe tiene una pequeña cicatriz en la mano y el chip se ha movido un poco en el interior de su cuerpo.

El uso de chips de identificación permite también ubicar a una persona en cualquier lugar donde se encuentre y se ha especulado que esta tecnología biométrica podría ser usada como medio único para realizar transacciones financieras, aparentemente haciéndolas más seguras al eliminar el dinero material, sin embargo también podría dar control absoluto a los bancos y los gobiernos sobre la información de los ciudadanos.

lunes, 20 de diciembre de 2010

¿Cuánto vive un caballo?


Los caballos son mamíferos herbívoros, que pertenecen a la familia de los équidos. Las hembras son conocidas como yeguas, y las crías como potros si son machos, y potrancas si son hembras. Estos animales fueron domesticados por el hombre alrededor de la Edad del Bronce.

El caballo vive una media de entre 25 y 40 años en cautividad, y en torno a los 25 años en el caso de que se crie en libertad -es considerado adulto a la edad de los 4 años-.

Los rasgos de los caballos varían de una raza a otra. Teniendo en cuenta su porte, podemos dividirlos en tres grupos:

Los caballos pesados o de tiro son aquellos de mayor tamaño: miden generalmente de 163 a 183 cm y pueden pesar entre 700 y 1000 kg.

Los caballos ligeros o de silla alcanzan una altura de entre 142 y 163 cm y su peso oscila entre 380 y 550 kilogramos -destacan por su velocidad, agilidad, resistencia y estado de alerta-.

Por último, los ponis y razas de miniatura, que, por regla general, no superan los 147 cm. Estos últimos poseen un pelaje más denso que el resto, las patas son proporcionalmente más cortas, el cuerpo más robusto, los huesos más pesados y el cuello más corto. Su temperamento suele ser calmado.

Los caballos tienen 205 huesos y un mínimo de 36 dientes adaptados para pastar hierba. La inclinación de los dientes incisivos sirve para determinar la edad del caballo, pues se incrementa con el tiempo. Un caballo de tamaño medio consume de 7 a 11kg de comida y entre 38 y 45 litros de agua diariamente.

En cuanto a su carácter, los caballos son animales sociales y de manada, cuyo líder es por lo general una yegua. Son presas de los depredadores y por ello tienen fuertes instintos de huida y defensa. Se comunican de varias formas: a través de vocalizaciones y relinchos de varios tonos, mediante el acicalado mutuo y el lenguaje corporal.